Gerencia de la Humildad
Por Hildemaro Infante
La Humildad es el conocimiento de las
propias limitaciones y debilidades y actuar de acuerdo con este conocimiento,
es la ausencia de soberbia, es una característica de las personas modestas que
no se sienten más importantes o mejores que otros. Es entender que necesitamos
de apoyo y que el logro individual nunca será superado por el logro de los
equipos, y cualquier meta alcanzada por grande que sea no significa nada sino
tenemos con quien compartirla.
Humildad es actuar con equilibrio,
sin excederse, aprovechar todo lo bueno que poseemos, para obrar bien hacia tus
semejantes, el humilde lo caracteriza su sencillez y pide ayuda cuando lo
requiere. Humildad es no olvidar nunca quienes somos y dónde venimos.
Para una organización contar con
líderes inteligentes con un ego de proporciones colosales es negativo, ellos
son los que contribuyen a la posterior decaída, desaparición y continua
mediocridad de la empresa. El verdadero liderazgo necesita una alta dosis de
humildad y modestia y el compromiso de modelar comportamientos coherentes en
pensamientos y actuación que permitan alcanzar los objetivos de la empresa. Un
líder humilde debe actuar con equilibrio, sin excederse, aprovechar todo lo bueno
que poseemos, para obrar bien hacia tus semejantes, el humilde lo caracteriza
su sencillez y pide ayuda cuando lo requiere. Humildad es no olvidar nunca
quienes somos y dónde venimos.
•
Practicar la modestia y rechazar la adulación publica, nunca se jacta.
•
Establecer normas que regulen, no dejar que en el carisma sea el único
criterio.
•
Canalizar sus ambiciones hacia su equipo y la organización, no hacia sí mismo.
•
Escoger un sucesor para lograr más éxito en la siguiente generación.
•
No vivir de logros pasado y plantearse el futuro como objetivo.
• Al momento de asignar el mérito de la compañía mira por la ventana, le asigna
el éxito a sus colaboradores, al trabajo constante y al compromiso del Equipo
de trabajo.
•
Donde hay humildad hay sabiduría. Sin humildad no hay conocimiento de sí mismo
y, por tanto, falta la sabiduría.
Es difícil conocerse ya que la
soberbia, que siempre está presente dentro de nosotros, ensombrece la conciencia,
busca justificaciones a los fallos. Es frecuente que, ante un hecho en el que
nuestra actuación fue negativa, el orgullo se niegue a aceptar que aquella
acción haya sido real, y se llega a pensar no es malo lo que hice y la culpa es
de los demás.
Una vez que se ha conseguido un
conocimiento propio profundo, es que llega viene el Segundo Escalón de la
Humildad: Aceptar la propia realidad. Resulta difícil porque la soberbia se
rebela cuando la realidad es fea o defectuosa. Aceptarse no es lo mismo que resignarse.
Si se acepta con humildad un defecto, error, limitación, se sabe contra qué
luchar y se hace posible la victoria, no se camina a ciegas sino que se conoce
dónde poner las Energías.
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