Froilán Fernández, el invitado a
Gerencia y Bienestar es TSU y Lic en Electrónica (Universidad
de Rennes, Francia). M.Sc. En Sistemas Digitales.
Universidad de Brunel, Inglaterra. Periodista. Profesor de la Universidad Pedagógica
Libertador UPEL. 30 años como divulgador de temas de
TI.
Asesor en Redes Sociales
Empresariales. Columnista de El Nacional y de la
revista Sala de Espera.
Tema del programa:
Las computadoras inteligentes o Cómo
crear una mente.
Escrito por @froilan
En busca de la singularidad.
Con datos tomados desde 1958 hasta
1965, Gordon Moore estableció una sencilla ley: “El número de transistores
dentro de un chip se duplica cada 18 meses”. Casi medio siglo después, la
ley de Moore sigue teniendo vigencia y ya se están encapsulando miles de
millones de transistores en un chip procesador, mientras que la distancia
mínima entre los elementos del chip se mide en nanómetros
(mil-millonésimas de metro).
Los smartphones y tabletas actuales han aprovechado esta mejora
exponencial en el rendimiento, pero la gran pregunta es: ¿podrá este
crecimiento exponencial del poder de cómputo de los chips llevarnos a una
máquina realmente inteligente?
Guardando las distancias, una neurona
se comporta como un transistor, de forma binaria. Del mismo modo que el
transistor es una puerta lógica, la neurona se activa o no se activa. El
estímulo puede ser analógico, pero la respuesta es digital.
La cantidad no lo es todo, pero en el
caso del cerebro humano, el número de neuronas todavía supera en varios
órdenes de magnitud a los transistores de un procesador convencional, pero
estamos a menos de una década para que un supercomputador igual en poder de cómputo al cerebro. Y a
menos de 20 años para que un PC adquiera esa capacidad intelectual que hoy
nos negamos a conceder a una máquina.
Es extraño que la humanidad acepte
sin chistar todas las prótesis mecánicas y electrónicas, como autos
super-veloces, aviones supersónicos, o celulares de alcance planetario,
pero no acepta de buen grado que unos circuitos de silicio puedan
tomar decisiones autónomas.
La singularidad, como ha denominado
Ray Kurzweil al hito en el que las máquinas nos alcanzan en el orden
intelectual, puede ser enormemente beneficiosa. Piense solamente en la
posibilidad de hacerle un backup a su cerebro y poder restituir la
información en caso de una contingencia o en la
valiosa sinergia entre máquinas y humanos que permitiría buscar y
recopilar información en un proceso asistido por un asistente digital inteligente.
Mentes digitales
En su más reciente libro, Cómo crear
una mente, el futurista Ray Kurzweil afirma que la historia de la
inteligencia humana comienza con un universo que es capaz de codificar información,
lo que permitió que la evolución se produjera.
“Los átomos –en especial los de carbono--,
que pueden crear estructuras ricas en información combinádose en cuatro
direcciones diferentes, formaron moléculas de complejidad creciente”, dice
Kurzweil, para enfatizar que la física dio de ese modo origen a la
química.
Mil millones de años después, la
evolución llegó a una compleja molécula (ADN) que podía generar
larguísimas cadenas de información y generar organismos descritos por esos
“programas” o secuencias. De este modo, dice Kurzweil, la química dio paso a
la biología.
Los centros de decisión y
comunicación en los organismos evolucionaron –los cerebros y los sistemas
nerviosos— y constituyeron el siguiente paso en esa evolución articulada, no por una mano divina, dice
Kurzweil, sino por la información. En esa evolución, de átomos a
moléculas, al ADN y a los cerebros, el próximo paso fue exclusivamente de los
humanos: el pensamiento jerárquico.
El reconocimiento de patrones y el
manejo de símbolos nos permite usar esos símbolos en la elaboración de
estructuras más complejas. Todo esto ocurre en una estructura del cerebro,
la neocorteza, que en los humanos ha alcanzado un umbral de sofisticación
y capacidad tal que podemos elaborar ideas que generan otras ideas a
través de un proceso recursivo que no tiene fin.
El cerebro dio origen a otro nivel de
abstracción, ayudado por la existencia de los dedos pulgares, que
permitieron manipular el entorno y la creación de herramientas. Así, la neurología
permitió el florecimiento de la tecnología. El lenguaje y luego la
escritura permitieron conservar y extender la
base de conocimientos, que crece sin límites.
El computador Watson, de IBM, que le
ganó en 2013 a los dos mayores expertos humanos en el juego Jeopardy (que
requiere manejo de lenguaje natural y una inmensa base de conocimientos) y
aplicaciones como Siri en el iPhone (asistentes digitales) son dos
muestras de los avances en inteligencia artificial.
Todo esto unido a los avances en
genética y al progreso exponencial de la capacidad de cómputo permitiran
la creación de una neocorteza digital, el primer paso para que en menos de
15 años sea imposible distinguir entre una inteligencia natural y una
artificial.
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